Atlantida

Atlántida – Atlantis: Misterio de la Atlántida.

Desde hace 2.000 años, la historia de la Atlántida ha sido objeto de las más diversas especulaciones. Según Platón (siglo IV a.c.), la primera narración procedería de los archivos de los sacerdotes egipcios de la ciudad de Saïs. Platón fue el primero en hablar de la Atlántida en dos de sus diálogo Timeo y Critias, situando el fin trágico de la misma alrededor del año 9.500 a.c. En Timeo Platón narra la desaparición de la Atlántida como una historia verdadera. El filósofo utiliza este acontecimiento para desarrollar una visión utópica de la ciudad ideal, generando numerosas polémicas alrededor de su relato, ¿está fundamentado sobre una realidad histórica o simplemente sirve de trasfondo y ejemplo para una discusión filosófica?

En ausencia de datos arqueológicos o geológicos, las innumerables especulaciones sobre el mito de la Atlántida están basadas sólo en el testimonio del filósofo griego. Son numerosas las localizaciones propuestas por los partidarios de una Atlántida real: Azores, Santorín, las Islas del Cabo Spartel, etc. Ninguna de estas localizaciones corresponde, ni en lugar ni en fecha, a las menciones de los archivos de los sacerdotes egipcios traducidas por Platón. Todo hace pensar que la Atlántida es un mito. Más que perderse en un redundante debate sobre la realidad física de la Atlántida, nos parece mejor analizar la hipótesis de la Atlántida mítica a la luz de los descubrimientos en fisiología cerebral de un médico y un investigador francés: el Doctor Francis Lefebure.

Sus descubrimientos le permitieron comprender de manera científica ciertos mecanismos cerebrales vinculados a los sueños también a las visiones místicas y al desdoblamiento, permitiendo comprender de manera directa los mundos invisibles o subjetivos de la conciencia. ¿Qué sentido debemos dar a la palabra mito? ¿Son los mitos simples invenciones, fruto de las especulaciones de espíritus primitivos? ¿O bien los mitos están vinculados a un sustrato profundo de la conciencia de la humanidad? Aquí la realidad objetiva y subjetiva se enfrentan. Todas las experiencias psíquicas o espirituales dependen de una percepción subjetiva.

El Doctor Lefebure lo formuló así: El que investiga la objetividad se decepcionará, el que investigué la subjetividad percibirá un día, que sus experiencias son objetivas. Como ejemplo Einstein, que descubrió la ley de la relatividad soñando que se encontraba sobre una esfera con otras esferas que giraban alrededor de él. Este sueño de apariencia banal le llevó a un descubrimiento revolucionario que todavía influye en nuestros conocimientos del macrocosmos. El fenómeno subjetivo más conocido es el sueño. Subjetivo porque somos los únicos testigos del contenido de nuestros sueños y no podemos aportar ninguna prueba de lo que percibimos cuando soñamos. Si varias personas describen el mismo fenómeno subjetivo, se vuelve obligatoriamente objetivo. Cuantas más personas tengan experiencias místicas, éstas pasarán al dominio de lo objetivo, pero el «mundo del espíritu» quedará siempre en el dominio de los fenómenos subjetivos, sin lazos con la materia.

El universo subjetivo de las experiencias no es del dominio objetivo de la ciencia actual. ¿Así pues, por qué denigrar lo místico? Es mucho más gratificante dejar que nos inspire, para incorporar gracia y poesía a nuestro mundo material. Los ejercicios propuestos por el Doctor Lefebure pueden precisamente permitirnos realizar este tipo de experiencias. La práctica del pensamiento rítmico aumenta nuestra energía personal. Luego nos corresponde decidir en qué y de qué manera queremos utilizar esta energía. Practicando la «mezcla fosfénica», podemos dirigir nuestra energía. Sólo colocando los pensamientos en los fosfenos podemos dirigir nuestros sueños. El ejercicio es simple y consiste en representarse una imagen o un concepto dentro del fosfeno. Repitiendo este proceso un número suficiente de veces, no tardamos en tener sueños y extensiones de conciencia en relación con esta imagen o este tema. El camino más corto de un punto a otro no es la línea derecha, sino el sueño, dice Jean-Jacques Beineix. Podemos utilizar también un soporte visual para mejorar las visualizaciones e inspirarnos todavía más profundamente en el tema de meditación. Si se trabaja del tema de la Atlántida por ejemplo, podemos colocar un acuario cerca de la cama. Disponiendo un poco de arena y una estatua medio enterrada, podemos de manera simple, provocar impresiones y sensaciones con la Atlántida como eje central. Las extensiones de conciencia a menudo producen imágenes de fondos marinos.

La conciencia se adapta mal a un medio poco familiar y el cerebro tiende a incorporar imágenes conocidas sobre este entorno acuático: una mezcla entre edificios y fondos marinos por ejemplo, da la impresión de una ciudad engullida por el mar. Es muy posible que los antiguos griegos también vieran imágenes oníricas de ciudades sumergidas que probablemente sean el fundamento de la leyenda de la Atlántida, o de la de Ys de los celtas, pues los dos pueblos eran grandes practicantes de las extensiones de conciencia.

Experiencias realizadas por Daniel STIENNON vinculadas a la Altántida

En los años 90, un alumno de Fosfenismo me regaló dos pequeñas tortugas de agua en un pequeño acuario con el fin de crear un ambiente agradable en mi despacho de la calle Chapelle 3. Deseando darles un poco más de espacio vital les compré un acuario más grande. Cómo estaban bien alimentadas crecieron muy rápidamente y pronto falto espacio de nuevo. Finalmente opté por un acuario de 120 litros. Lo que no sabía en aquella época es que las tortugas de agua se desarrollan en función de su espacio vital y unas pequeñas tortugas no más grandes que una moneda pueden en poco tiempo, alcanzar los tres kilos.

Independientemente de estas consideraciones de peso las tortugas requieren un espacio vital acondicionado correctamente. Me propuse decorar el acuario tapizando el fondo de hermosas piedrecillas y de algunas pequeñas figuras. Por las tardes, dedicaba un poco de tiempo a contemplar sus desplazamientos en el acuario. El resultado:

Impregnado por los ritmos fosfénicos tuve varios sueños en los cuales sobrevolaba extensiones de agua, luego tuve la idea de desplazarme bajo el agua. Una vez mientras atravesaba el Atlántico, me vino un pensamiento: Y si trataba de descender hacia los abismos. En ese mismo instante me encontré en un decorado sin ninguna relación con la realidad. Tenía la impresión de percibir simultáneamente los fondos marineros y una ciudad sumergida. Me desplazaba con los peces entre barcos y edificios. Muchos estaban recubiertos de algas pero todavía podía adivinar su estructura. La práctica del ritmo-fosfénica engendra ritmos en el cerebro que permiten al pensamiento comunicarse con el subconsciente (denominado astral en esoterismo). Este universo donde está inmerso el pensamiento consta esencialmente de percepciones rítmicas pero para no desestabilizar al principiante en los viajes astrales, el cerebro traduce estas percepciones en imágenes. En el caso de mi experiencia acuática: percepción de un medio acuático (con la cual no estaba en absoluto familiarizado, jamás había hecho submarinismo) y de un medio urbano, familiar para un parisino como yo. Observemos también que mi cerebro se había ocupado de recubrir con algas estas imágenes urbanas con el fin de integrarlas mejor en el medio acuático. Las posibilidades del cerebro son verdaderamente increíbles. ¿Y si la Atlántida fuera sólo un mito extraído de la experiencia psíquica de un sacerdote egipcio? Reconozcamos que esto abriría nuevas perspectivas y haría pasar a la Atlántida del mundo de los mitos, al cual ciertos científicos la confinan, al mundo de la realidad subjetiva, lo que sería mucho interesante porque cada uno podría entrar en contacto con la Atlántida oculta en alguna parte de su imaginario.

Daniel Stiennon Hay que comprender que durante las experiencias de desdoblamiento o de extensión de conciencia, el cerebro interpreta las sensaciones abstractas como imágenes animadas. Al ser la energía algo puramente abstracto, el cerebro necesita recrear algo concreto para interpretarlo. Estas imágenes son completamente personales y su desciframiento es delicado y poco útil. Es pues muy sano, considerar estas experiencias como un cine interior, que se puede enriquecer con la práctica de los ejercicios de Fosfenismo. Lo que realmente cuenta son los cambios energéticos que se producen por la noche. Cómo son completamente abstractos, es difícil y hasta potencialmente peligroso, interpretarlos abusivamente. Es mejor ser prudente y simplemente sacar provecho, sanamente, de estas magníficas experiencias oníricas, sabiendo que su naturaleza profunda está vinculada a planos de conciencia que nos transcienden totalmente. Este mundo nocturno es El paraíso perdido.

Es la edad adulta la que nos separa de él, para desesperación del niño que llevamos dentro. Sin embargo, además de nuestra vida diurna superando las dificultades de la existencia material, tenemos la posibilidad de reencontrar nuestros sueños de niño y de vivir así una segunda vida por la noche, en el mundo mítico de los sueños. Las historietas ocomics americanos ponen en escena a superhéroes de poderes increíbles y son una representación excelente de esta dicotomía día/noche, mundo material/mundo espiritual. Estos héroes presentan en general una dualidad: un personaje completamente normal, un poco limitado como todo ser humano, que se transforma por la noche en un alter-ego con superpoderes con los que nada es imposible. Es un poco una representación de la condición humana: un mundo material difícil, lleno de frustraciones, en oposición con un mundo espiritual sublime e ilimitado, donde el pensamiento puede crearlo todo. Usted también puede convertirse en el héroe que soñaba ser cuando era niño. Saque pleno provecho del espectáculo interior de las extensiones de conciencia y despiértese transfigurado cada mañana. Con el Fosfenismo, descubra el poder que habita en usted.

Nota de Daniel STIENNON

Los autores de historietas de superhéroes deltipo Marvel oDC probablemente conocieron los sueños de vuelo cuando eran niños y transcribieron sus experiencias a los guiones cinematográficos de su obra. Pronto descubrí, en el curso de mi entrenamiento con los ejercicios de pensamiento rítmico, que en mis sueños de vuelo existía un elemento acelerador muy personal. Primero debía andar, luego correr cada vez más rápidamente como The Flash. Una vez en pleno vuelo, me di cuenta de que si abría un brazo iba más rápido y qué si extendía ambos brazos, alcanzaba una velocidad vertiginosa. En el momento del estreno de Superman, comprendí que utilizaba la misma técnica que él.

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